Fotos y texto por Alexis Beard
No sé por dónde empezar, Es difícil escribir sobre Namibia, especialmente porque no existe nada con qué compararlo.
Namibia en general, y Sossusvlei en particular, crean la sensación de encontrarnos en un planeta inhóspito. Marte, para ser específico. Todo tiene un tono rojizo, la atmósfera parece delgada, el cielo lejano, las distancias inmensas. Podía conducir durante una hora sin notar un cambio en el paisaje.
Llegué al desierto de Namib-Naukflut, un otro mundo en un paisaje. Esta es la entrada a Sossusvlei, uno de los lugares más extraños del mundo, donde todo parece haberse muerto y solidificado en una era diferente.
La extensión frente a mi era gigantesca: una escena interminable de grava y montañas rocosas. Al final de la extensión: dunas rojas masivas y el tipo de vida resiliente que puede sobrevivir en este lugar árido: avestruces. Sí, avestruces.
Namib-Naukflut es un lugar único – ese tipo de escenario lúgubre (pero bello) que esperarías encontrar después de un apocalípsis o una extinción masiva.-
No hay que dejarse engañar por las fotos; las distancias son tan grandes que perdí mi sentido de la percepción todo el tiempo que estuvimos allí. Una vez que llegamos a Zimbabwe todo recuperó su tamaño habitual, lo cual me dejó perpleja y ansiosa por regresar a la tierra de cosas gigantescas.
Como mencioné, Namib-Naukflut es la puerta de entrada a Sossusvlei, la cual, a su vez, alberga Deadvlei, uno de los lugares más misteriosos del mundo.
Sossusvlei ha aparecido en el radar de los viajeros (como un punto bastante pequeño, se los concedo) por ser el hogar de las dunas más grandes del mundo. Estas monstruosidades alcanzan más de 300 metros de tamaño y tienen un llamativo color rojo.
Una vez dentro de Sossusvlei, las dunas cubren la tierra hasta el horizonte.
Escondido dentro de las dunas yace Deadvlei, una salina plagada de árboles petrificados de hace algunos siglos; una imagen extraña congelada en el tiempo. También, Deadvlei es el lugar más extraño al cual he viajado. Me tomó un par de minutos para que mi cerebro se adaptará a lo que estaba viendo. Me fui de Marte y llegué a una tierra abandonada de la cual parecería había huido toda especie de vida.
Una vez más, las distancias son engañosamente enormes. La duna detrás de los árboles es Big Daddy, una de las más grandes del mundo (más de 300 metros de altura) y la salina mide aproximadamente un kilómetro de diámetro. Pero en este mundo tan extraño, el tiempo y la distancia han perdido todo significado.
Después de cruzar la salina, me prepare para el desafío: escalar esa enorme duna.
Pero observando el paisaje, había vagado por Deadvlei hasta dejar atrás el camino “fácil”, y no me quedó más remedio que subir la duna por el lado más empinado.
Una escalada tremendamente difícil, pero con buena recompensa. No solo evité a los pocos turistas y disfruté de la satisfacción de trazar el camino menos tomado . También, recibí esta visión de Deadvlei:
Y había más. Una vez que comencé a deslizar hacia abajo, la duna emitió una serie de gruñidos extraños (como un avión despegando). Ya que esta parte no había sido escalada en años (incluso siglos), el hierro que le da su color rojizo, permanece uniformemente extendido. Todo esto, de tal manera que, cuando me deslicé hacia abajo, el hierro hizo lo mismo conmigo, haciendo que la duna literalmente cantara.
Toda una recompensa por el camino menos tomado.
Un pensamiento